Me llamo Carla Montero. Nací en 1973, así que soy de la generación de la televisión en color, de Barrio Sésamo y el Un, dos, tres. Quizá de la última generación que ha jugado en la calle a polis y cacos, la goma y las chapas. La primera generación que conoció los videojuegos y empezó a alimentarse de bollería industrial -adoraba el Tigretón-. Me cuesta reconocerlo, pero soy de la generación de las hombreras, los calentadores y el pelo cardado. A nosotros ya nos decían que lo teníamos todo; entonces no sabían lo que tendrían nuestros hijos.

Soy madre de cuatro, dos niñas y dos niños. Y ama de casa. Suena horrible, lo sé, pero maruja no suena mejor. Es curioso que no exista una expresión digna para las mujeres que se dedican a su familia a tiempo completo. Los ingleses nos llaman full time mothers, no sé qué es peor, parece que las demás madres sólo lo son a tiempo parcial.

También soy escritora. Es un título que me suena pretencioso porque no es un título que otorgue ninguna escuela o universidad, no tengo en mi casa un diploma que acredite que soy escritora (el que tengo acredita que soy licenciada en Derecho y diplomada en Dirección de Empresas). Si escritor es el que escribe, lo soy desde hace mucho tiempo, como mucha gente. Si escritor es el que publica, lo soy desde el 2009 cuando gané el Premio Círculo de Lectores con mi novela Una dama en juego. Me enorgullece decir que me acreditan como escritora los lectores -la mayoría de los más de 3.000- que leyeron y votaron mi historia.

En el apartado de tiempo libre… Bueno, no hay gran cosa que contar porque el tiempo libre es un lujo que apenas puedo permitirme. Cinco horas a la semana de yoga es mi lujo y mi adicción. También me gusta cocinar, pero no los macarrones de todos los días, eso no es un lujo, es una necesidad. Me gusta cocinar para reunir a mi familia y amigos a celebrar algo, cualquier cosa. Y me gusta viajar, eso sí que es un lujo que me permito mucho menos de lo que me gustaría: sería fantástico poder viajar durante un mes y pasar otro mes en casa, porque uno de los placeres de viajar es regresar y preparar el próximo viaje.

Es difícil hablar de uno mismo sin resultar pesado o vanidoso. Así que no seguiré extendiéndome. Si quieres saber algo más de mí, tal vez lo descubras leyendo el blog. En cada palabra que escribo dejo un poquito de lo que soy.